GÉNERO

Feminismo: flores para una ciencia transformada

Opinando San Nicolás google news

Hace doscientos años, Nietzsche denunciaba la ciencia enfermiza, deshumanizada, carente de propósito. Hoy, la pandemia de COVID-19 ha expuesto la misma verdad: avances científicos impresionantes junto con millones de muertes evitables. La ciencia, desligada de la vida y en manos de poderes geopolíticos y económicos, sigue sin corazón ni ética y alejada en buena parte del feminismo.

Virchow, hace dos siglos, abogaba por una ciencia médica comprometida con lo social y político. Sin embargo, aún prevalece una ciencia técnica que beneficia a unos pocos. Jules Monnerot advertía sobre una ciencia agresiva, carente de meta, alimentando la inquietud y la falta de ideal.

La ciencia contemporánea sigue siendo eficiente pero ciega, respondiendo solo a intereses particulares. ¿Cómo confiar en ella para resolver problemas evitables? Se necesita una ciencia diferente, una ciencia femenina, que sienta, ame y trascienda los límites de la racionalidad técnica.

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Los movimientos feministas han mostrado cómo el patriarcado ha guiado la ciencia hacia la división y la inequidad, construyendo una ciencia poderosa pero insensible. Las mujeres, a pesar de la persecución, han desafiado estos límites, transformando territorios y revelando las consecuencias del dominio patriarcal sobre la vida.

La ciencia patriarcal ha priorizado la posesión, la producción y el control, pero es hora de un cambio. Se necesita una ciencia que escuche, reciba y dé flores. Las luchas feministas exigen pluralidad y construcción de algo nuevo. No se busca ser como los hombres, sino devenir mujeres, minorías, para construir desde la responsabilidad política del saber y el hacer.

Es necesario modificar los paradigmas científicos, reconocer sus sesgos y reivindicar al feminismo como una voz que puede abrir otros mundos posibles. Devenir mujeres significa construir una ciencia que no sea ciega ni objetiva, que se abra a conocimientos colectivos y a la diversidad de pensamiento.

Se quiere una ciencia florecida, una ciencia que abra, una ciencia con corazón. Si no cambian, ¿para qué sirve la ciencia? Es hora de aprender de los errores y avanzar hacia un futuro donde la ciencia sea verdaderamente humana. Las mujeres ya han aprendido; ahora esperan que otros también lo hagan.

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